
Cuando empecé a salir con mi novio ni me imagine en las de situaciones en las que me iba a meter, pero ya se sabe, dos tíos de la mano en una ciudad en la que lo mas gay es un submarino con forma de pene (si quitamos el bar de ambiente, los chaperos y demás) no iban a pasar desapercibidos. Quizá lo más ruidoso que me haya pasado desde entonces es que nos insultaran, y ti@s, lo han hecho de todas las maneras, lo han hecho sin pararse (por ejemplo: desde un coche, persiguiéndonos durante toda una calle o el típico “marica” que vinculas al cabrón que sale corriendo) y parándose en nuestra geta y soltándonos un par de palabrejas, nos han dicho el simple, tosco y llanamente imbécil maricon o maromo, pero también turbios, inquietantes e inteligentes acertijos como “Aprovechad ahora que podéis”, incluso nos han llegado a insultar en ingles, esos que, cuando te giras para ver de dónde proviene tanto grito, te das cuenta de que la movida va contigo y te preguntas que te estará diciendo el grandísimo hijo de puta que tienes enfrente. Ser visible en esta puta sociedad aun no es fácil, pero merece la pena, poder sentir el calor de la mano de la persona a la que amas mientras caminas por tu vida, poder sentir sus labios sin mirar alrededor, la sensación de que eres libre, libre de darle un abrazo o de no hacerlo, de poder darle un beso si te apetece, de poder compartir tus alegrías, y también tus penas, con tus amigos y tu familia…